Centenares de personas se congregaron ayer en el 75
aniversario de la reorganización de la Cofradía tras la Guerra Civil en el
santuario de la Jara para vivir la romería de la Virgen de Luna, desafiando las
predicciones de bajas temperaturas. Y aunque realmente el termómetro marcaba
los seis grados sobre las doce y media del mediodía, el sol y la ausencia de
viento animaron poco a poco a los romeros a acercarse hasta la ermita donde les
esperaba la Patrona que pasadas las tres y diez de la tarde partía hacía
Pozoblanco. Durante la romería, que se desarrolló sin incidentes de
consideración, a pesar de que un joven tuvo que ser atendido al caerse de un
árbol, se vivieron momentos muy emotivos.
El gentío y caballistas fue incesante. La campana de
la ermita, como es tradición, no dejaba de sonar ni un momento, los pequeños
aupados por sus padres tiraban una y otra vez de su soga para escuchar el
tintineo. Muchos pozoalbenses se reunieron en torno a los platos típicos
romeros compartiendo la jornada con los amigos y la familia. La petición
municipal de que se utilizaran los autobuses públicos para desplazarse hasta el
santuario fue atendida por un gran número de personas. Los que prefirieron
llegar con sus propios vehículos no tuvieron ningún problema a la hora de aparcar en los lugares habilitados para ello y en las fincas privadas que cada año
ceden sus propietarios para el estacionamiento de los coches que finalmente
pudieron ser abiertas por el buen estado del terreno.
Además, una gran multitud se congregó en el Arroyo
Hondo donde el alcalde, Pablo Carrillo, le impuso a la patrona las llaves de
los sagrarios de Pozoblanco y Villanueva de Córdoba. Al paso de la imagen los
más pequeños ofrecían sus hornazos a la Madre como manda la tradición:
"Virgen de luna, ¿quieres mi hornazo?, o si no me lo zampo. Virgen de
Luna, ¿quieres mi bollo?, o si no me lo como". El hornazo es el dulce
típico de la fiesta, compuesto por una base de torta similar a la masa de las
tradicionales perrunas con huevos duros pintados de colores y adornados con un
sin fin de motivos.
El día terminó con la entrada de la Virgen en la
Iglesia de Santa Catalina sobre las ocho de la tarde.
Al día siguiente, tuvo lugar la procesión de la
imagen acompañada excepcionalmente de todas las cofradías, tanto de gloria como
de penitencia locales, ademas de celebrarse el tradicional concurso de calles
engalanadas.
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