Historia del Santuario de la Virgen de Luna.
Las noticias conservadas por la tradición aseveran que la
primitiva ermita fue levantada gracias a la iniciativa de una piadosa mujer de Pedroche,
pero pasados unos años la propiedad fue donada a Pozoblanco. Las fuentes
históricas y los restos arqueológicos señalan la posible existencia en el mismo
lugar de cultos precristianos e incluso prehistóricos.
Tanto el santuario como el fervor a Nuestra Señora de Luna
nacieron, al igual que otros varios de la comarca, con un carácter comunitario
y supralocal, aunque con el transcurso del tiempo son las poblaciones de
Pozoblanco y Villanueva de Córdoba las que han mantenido su tradicional
devoción, no sin haber planteado diversos y sonados pleitos por la propiedad
del lugar y de la imagen, pleitos que concedieron a Pozoblanco la posesión
aunque garantizando el derecho de las dos villas a compartir fervor, cultos y
estancia de la Virgen en ambas localidades.
No tenemos constancia de la antigüedad exacta del edificio
inicial pero a finales del siglo XVI el obispado autorizó diversas reformas y
actuaciones sobre la espadaña, el tejado y la casa del santero.
A principios del siglo XVII el primitivo edificio resultaba
tan pequeño y estaba en tan lamentables condiciones que se decidió levantar una
nueva estructura arquitectónica que prácticamente venía a sustituir a la
existente. Las obras de reedificación se llevaron a cabo entre 1611 y 1612. Es
el edificio que ha perdurado hasta nuestros días junto con el añadido de la
zona del ábside y camarín, realizado a comienzos del siglo XIX.
Cuando finalizaba el año de 1624 el cabildo de Córdoba
concedió autorización para hacer, junto a la ermita, la casa que utiliza la
cofradía y también el humilladero enclavado delante del santuario aunque la
cruz se levantó finalmente en 1642.
A uno y otro lado de la ermita encontramos las casas
respectivas de las cofradías de Pozoblanco y Villanueva. También cuenta con una
vivienda para los santeros que cuidan el lugar.
Historia de la Virgen de Luna.
Según la memoria legendaria que ha perdurado entre los
pozoalbenses, Nuestra Señora se manifestó en una encina a un pastorcillo
natural de la villa madre de Pedroche. El zagal intentó en varias ocasiones
llevar la imagen a su pueblo natal pero ésta desaparecía en cada intento y
volvía a reaparecer en la misma encina. Finalmente se optó por levantarle una
ermita en el lugar de la aparición.
Cabe suponer que a lo largo de los siglos la imagen
primigenia debió ser reemplazada por otras sucesivas pero la existente al
comenzar el siglo XX fue destruida en los inicios de la Guerra Civil, cuando se
encontraba en Villanueva de Córdoba. Por el análisis de los restos de la madera
de cedro pertenecientes a una mano original que se conserva, esta imagen había
sido tallada durante el siglo XVIII.
Tras el conflicto bélico se decidió adquirir una nueva
imagen, encargada en 1948 al escultor valenciano Francisco Pablo. Fue costeada
mediante colecta popular y donativos de personas e instituciones relevantes.
Nuestra Señora de Luna ha portado distintos ajuares de joyas
a lo largo de los siglos, fruto de la generosidad de sus devotos. La
documentación histórica aporta noticias, por ejemplo, de la donación a la
Virgen en 1595 de una sortija, puños y cuellos destinados a engalanar la
imagen. Destacan igualmente los valiosos mantos realizados en tejidos y
bordados nobles.
En siglos pasados el santuario contó además con diversos
altares e imágenes como la de el Señor de la Expiación (un crucificado muy
venerado), Santa Lucía, San Diego, la Virgen de la Aurora… y cuadros como el
dedicado a San Martín, destruidos durante la última guerra civil y después
renovados. También contaba con una réplica pequeña de la imagen de la Virgen de
Luna conocida como la Aparecida.
Como imagen viajera (a lo largo del año la Virgen se desplaza
a Pozoblanco y Villanueva y el resto del año permanece en el santuario),
Nuestra Señora de Luna ha necesitado de andas para los traslados y romerías.
Las más antiguas de que tenemos noticia datan de finales del siglo XVI y fueron
doradas a principios del siglo XVII.
La fama y popularidad de Nuestra Señora de Luna está
consignada desde hace siglos. Los pozoalbenses la invocaban con rogativas y la
procesionaban en los momentos de necesidad o peligro, como cuando había falta
de lluvias o en el caso de epidemias.
El ayuntamiento pozoalbense decidió en 1960 sustituir el
nombre de la denominada hasta entonces calle del Cerro rotulándola con el de
Virgen de Luna. Uno de los colegios de la ciudad lleva igualmente su nombre así
como numerosas empresas.
En la localidad de Escacena (Huelva) también se venera desde
hace siglos a otra imagen con el mismo nombre de Nuestra Señora de Luna.
Historia de la Cofradia de La Virgen de Luna.
Numerosas han sido las hipótesis e interpretaciones ofrecidas
al enigma de la creación de la cofradía de Nuestra Señora de Luna, consecuencia
inevitable de la carencia de noticias históricas sobre sus orígenes. Hasta el
momento no se ha hallado documento alguno que atestigüe la antigüedad de la
misma. Hay quienes sostienen que la cofradía nació en tiempos muy remotos,
durante la Reconquista y guerra contra los musulmanes, y de ahí presuponen un
origen medieval y una influencia de órdenes guerreras como la de Calatrava dado
el carácter militar que presenta. No obstante, si nos ceñimos a la
documentación histórica desempolvada, la más antigua noticia documentada hasta
ahora sobre la existencia de la cofradía está fechada en el 1587.
El pleito mantenido en 1590 entre Pozoblanco y Villanueva por
la primacía en Nuestra Señora de Luna confirma la existencia consolidada de una
cofradía homónima; en uno de los asertos de la sentencia el juez eclesiástico
alude a los “hermanos y cofrades de la cofradía de Nuestra Señora de Luna, que
se sirve en su ermita…”
Al menos desde las últimas décadas del siglo XVI, al mando de
la cofradía y del mantenimiento de la ermita figuraba un mayordomo o hermano
mayor, cargo desempeñado por lo general por personas seglares aunque también
hubo eclesiásticos que lo ejercieron. Estos mayordomos eran siempre miembros
sobresalientes de algunos de los linajes más importantes de la villa. Más
tarde, durante el siglo XVIII, recibirá el nombre de mayordomo administrador.
El cargo no estaba vinculado a un mandato temporal
establecido y era normal desempeñarlo durante periodos prolongados, superiores
incluso a una década. El mayordomo o hermano mayor contaba con la asistencia de
varios diputados –encargados del manejo de las joyas y la gestión de diversos
bienes- y también de un sacerdote.
La documentación de los siglos XVI y XVII hace creer muy
probable que los graves y violentos incidentes provocados en 1681 por la
propiedad de la imagen entre vecinos y autoridades de las dos poblaciones que
compartían la devoción a Nuestra Señora de Luna -Pozoblanco y Villanueva de
Córdoba- dieron lugar a cambios trascendentales en la tradición seguida hasta
entonces.
Entre las decisiones derivadas del conflicto hay que
mencionar la nueva reglamentación sobre las fechas de romería y tenencia y
disfrute de la imagen, la propiedad concluyente de la imagen y del santuario a
favor de Pozoblanco, el nombramiento de la Virgen como patrona de la localidad
(en detrimento de Santa Catalina), la fijación y aprovechamiento de los ruedos
del santuario, la reafirmación del mecenazgo pozoalbense sobre la figura del
santero, nuevos estatutos, organización militar de la hermandad, exigencia de
limpieza de sangre para sus integrantes…
Es significativo que en el transcurso del citado pleito
promovido a partir de 1681 las autoridades y vecinos de Pozoblanco recalquen
con vehemencia la forma escandalosa de algarada y la utilización de armas
cortas y de fuego por los habitantes de Villanueva en la acción de traslado de
la Virgen a la localidad jarota, acto que consideran inusual y al que tildan de
auténtico “rapto”. Es evidente que nada de ello hubiera resultado extraño si
las respectivas hermandades vinieran utilizando de forma tradicional, en ritos
y actos festivos, ese tipo de armamento como parte de la equipación de sus
integrantes.
Por tanto, a la luz de las fuentes documentales disponibles,
es muy probable que la adopción de una estructura militar por los cofrades de
la Virgen de Luna fuera una decisión casi simultánea en ambas villas y
cofradías y se produjo casi con toda seguridad entre finales del siglo XVII y
principios del XVIII.
Es entonces, y no antes, cuando aparecen en protocolos
notariales las primeras alusiones al carácter de soldadesca de sus miembros y a
la jerarquía principal de cargos que mantiene en la actualidad: capitán,
alférez y sargento. El desempeño de estos cargos tenía una periodicidad anual y
durante el mandato eran los responsables de todas las cuestiones civiles de
carácter general y legal que afectaran a la cofradía.
En la evolución y funcionamiento de la cofradía podemos
constatar un triple poder presente en ella desde los comienzos: el de los
propios componentes o hermanos, representados primero por el mayordomo o
hermano mayor y más tarde por su jerarquía militar o pseudo-militar; el poder
eclesiástico, encabezado en representación del obispo o del ordinario diocesano
por el vicario y/o rector de la parroquial, o bien por el clérigo o capellán en
que se delegue en cada momento; y el poder municipal, a través de los
diputados, regidores síndicos y procuradores generales designados por el
ayuntamiento.
A partir de la segunda década del siglo XVIII es habitual
encontrar en la documentación archivada noticias acerca de la configuración
militar de la cofradía tanto en Pozoblanco como, sobretodo, en Villanueva de
Córdoba: en esta última población recibe los nombres de Compañía y Hermandad de
Nuestra Señora de Luna, Hermandad y Compañía de Soldados de Nuestra Señora de
Luna, Soldadesca y Hermandad de Nuestra Señora de Luna y otras varias
combinaciones apelativas. En Pozoblanco contamos con alusiones a la Hermandad
de Nuestra Señora de Luna o bien a la Soldadesca de Nuestra Señora de Luna.
Aunque los componentes culturales de la cofradía de Nuestra
Señora de Luna muestren claras influencias andaluzas, manchegas y extremeñas de
todas las hermandades de estructura similar a la pozoalbense destacamos la
denominada cofradía del Santo Sepulcro de la cercana localidad pacense de Don
Benito.
A partir de la segunda mitad del siglo XVIII las menciones a
la cofradía se reducen drásticamente quizá como consecuencia del nuevo espíritu
ilustrado, de las objeciones por parte de las autoridades a la creación de
cualquier tipo de nuevas hermandades y organizaciones religiosas y, en nuestro
caso, de la real cédula promulgada por Carlos III en 1759 suprimiendo las
soldadescas y el uso de prendas y armas similares a las utilizadas por el
ejército, argumentando el dispendio de pólvora que se producía y los frecuentes
altercados provocados por los excesos en diversiones, comida y bebida con
motivo de las distintas festividades en las que participaban. De todos modos,
la prohibición no se aplicará de forma rigurosa.
En 1806 el nuevo corregidor de las Siete Villas de los Pedroches,
publicó un auto de buen gobierno con una serie de consideraciones a seguir y
entre ellas figuraba una, la séptima, sobre la prohibición de uso de armas de
todo tipo según lo ordenado por Real Pragmática de Carlos III en 1761. Y en el
punto noveno añadía: “Que ninguno dispare tiros, cohetes, y otras invenciones
de fuego dentro de poblado, bajo las penas de la Ley, ni aun con título de
obsequio a la Virgen o Santos”. Pese a todo, sabemos que Fernando VII renovó la
licencia que permitía hacer uso de armas de fuego y salvas a los cofrades de
Nuestra Señora de Luna.
La prevención de las autoridades sobre la utilización de este
tipo de armamento en concentraciones populares resulta obvio, pero siempre
respetaron la tradición en la seguridad de su buen uso; de hecho, cuando con
motivo de las frecuentes revoluciones y motines del siglo XIX se procedía a la
requisa de escopetas entre los vecinos, el hecho de pertenecer a la cofradía
servía de excepción y salvoconducto. No obstante, en alguna ocasión se han producido
accidentes fortuitos.
El número de componentes o hermanos establecido en los
estatutos de 1877 era el de setenta, quizá el mismo que tuvo al implantar su
estructura militar. Es una cifra de gran simbolismo y habitual en este tipo de
hermandades pues recuerda el número de discípulos que fueron mandados a
predicar la doctrina de Cristo por todos los rincones del mundo. Hoy ese número
ha cambiado.
En cuanto a la vestimenta, disponemos de noticias centenarias
que describen el traje utilizado por los cofrades al menos desde la segunda
mitad del siglo XIX. Este equipo de gala ha sufrido igualmente algunas
modificaciones.
Desde que tenemos noticia de la cofradía ésta, al igual que
la imagen y el santuario, se ha sufragado a base de donativos en dinero tanto
de los propios hermanos como de incontables particulares, limosnas obtenidas
mediante cepos y otros mecanismos petitorios, ofrendas y mandas testamentarias,
partidas y subvenciones municipales, censos impositivos y entregas de productos
agrícolas y, sobre todo, ganaderos.
Fuentes: www.cofradiavirgendeluna.org y www.wikipedia.org
Fuentes: www.cofradiavirgendeluna.org y www.wikipedia.org
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